El referéndum que ha derrotado a Renzi, en Italia, derrota y perspectivas

Andrea Gorini, BRISOP, Italia.

 

El  pasado 4 de diciembre, los italianos se fueron a las urnas. Tenían que decidir sobre unas modificaciones estructurales de la Carta Magna, supuestamente dirigidas hacia una “impostergable” modernización de la misma. La susodicha “modernización” constitucional -materializada por la ley n.88 del 15 de abril del 2016- aprobada a votazos de confianza en los dos ramos del Parlamento del gobierno Renzi, debía, pero, por ley (Artículo75 de la Constitución), ser refrendada por un, la palabra le cae bien, referendum. En su núcleo esencial, las modificaciones estructurales de la Constitución -las cuales acarreaban conjuntamente otras necesarias “aniquilaciones” de Artículos y Subpárrafo- se identificaban con:

Abolición del Senado. El Senado de la República como expresión de la voluntad popular tenía que desaparecer. Se mantenía su simulacro compuesto por noventa y cinco senadores, los cuales, pero, hubieran sido elegidos por otras insituciones regionales y no directamente por los ciudadanos (entonces sin ningún valor y peso político, se supone);

Abrogación del CNEL (Consejo Nacional de la Economía y del Trabajo);

Abolición de las Provincias (partes constituyentes de la República italiana conjuntamente a Regiones, Alcaldías y Ciudades metropolitanas);

– Modificaciones del papel y de la composición de la Corte Constitucional;

– Modificaciones de las Leyes constitucionales.

Renzi y su camarilla habían puesto, sobre el papel de votación, la aceptación o el rechazo  de las modificaciones de la Carta Magna, como la elección entre la inteligencia y la estupidez:

– El ciudadano que quiera, finalmente, acabar -por medio de todas aquellas clases de aboliciones, abrogaciones y supreciones- con todos los  parásitos “profesionales” políticos que le chupan la sangre, tiene sensillamente que marcas el “SÍ”;

– El ciudadano que quiera tomar la estupida (que así fuera, seguía implícitamente de todo lo de arriba) decisión de  seguir siendo víctima de este descumunal vampirismo, típico hasta ahora de Italia, al revés, tiene que marcar el “NO”.

 

El resultado del referéndum

Como es sabido Renzi -a pesar del apoyo de los “grandes”: Obama, Merkel, Hollande y de los “chiquitos” que ni nombramos; y de todos los patrones reunidos en la Camara empresarial (Boccia) y no reunidos (Marchionne); y de la casi totalidad de la prensa escrita, radial y televisiva italiana y europea que abiertamente se declaró por el “SÍ”- ha sido rotundamente derrotado.  Más del 59% de ellos (es decir más de diecinueve millones) HAN DICHO NO! Renzi ha sido obligado a renunciar al cargo de primer ministro.

En su lugar el presidente italiano, Mattarella, ha nombrado a un tal Gentiloni, ya ministro del exterior en el gobierno Renzi. Con su pérdida del cargo de primer ministro, también una parte (mayoritaria) del capital financiero italiano, autor de la flamante carrera extraparlamentaria del joven “chatarrero” del partido democrático, ha parcialmente y temporalmente perdido el apunte sobre sobre “el muchacho” que tenía que “resolver cosas” entre el 2018.

Pero, Renzi, ha hecho mucho más que “resolver”; en realidad es el autor, aunque al revés, de un verdadero “milagro”. Este “milagro” se refiere a la composición “política” de este 59% que ha lo ha derrotado. Por primera vez en la “historia” fascistas (insitucionales y no, como“Casa Pound”) y partisanos (ANPI) han manifestado juntos (¡!) y marcado en el papel el mismo “NO”. De “arriba” (fascistas y partisanos) hacia “abajo” igualmente: Berlusconi (de”Forza Italia”) y Bersani (de la minoría del Partido Democrátivo); Scotto (de “Izquierda italiana”) y La Russa (de “Fratelli d’Italia”, viejos y verdaderos fascistas); “verdes” y  “nucleares”; “no TAV” y “modernistas; y así siguiendo.

Claramente esto explica también el porqué Renzi, sin parpadear, y reconociendose a sí mismo como aprendiz de brujo politiquero, esté ahora estudiando como pasar de un “milagro” al revés a un “milagro”anverso «empezando de nuevo el camino con los del 40% que me han votado».

Por qué la necesidad de modificar la constitución “nueva”? La Carta Magna de los Estados Unidos, por ejemplo, tomó vigencia en el año de 1789 y nadie de los que allá mandan siente la necesidad alguna de darle cambios estructurales. Podemos, muy simplificando, decir que la Constitución esa, nació desde y para la burguesía y que todavía sigue sirviendola. No ha sido lo mismo para Italia con la Constitución que tomó vigencia el primero de enero del 1948. La Constitución italiana ha sido parida en la coyuntura política inmediatamente posterior al fin de la segunda guerra mundial, de la cual el capital financiero italano salía muy debilidado, también por el incondicional apoyo brindado al fascismo. Por el contrario el partido comunista gozaba de un fuerte apoyo de las clases subalternas y lo que se manifestaba era la abierta disputa por el poder que la clase obrera le daba a la burguesía. Esta indefinida correlación de fuerza político-militar, proyectaba también ambigüedad en las relaciones de la propiedad “republicanas”: así, afirmando de una parte lo “sagrado” de la iniciativa económica patronal, de la otra parte esto se balancea con el Título III de la Constitución, que en los Artículos 41, 42-42 y 46, respectivamente garantiza: que la susodicha iniciativa económica tiene que enmarcarse en una utilidad social; está prevista la expropiación de los medios de producción y está prevista la autogestión obrera. Desde un punto de vista histórico, esto nos dice algo sobre la correlación de fuerza entre clase obrera y la clase capitalista en aquel entonces en Italia y, de manera contemporánea, desde un punto de vista político, esto nos indica el límite máximo que es posible lograr al interior de una democracia burguesa. Está claro que toda esta “vetusta” concepción de derechos reflejada aún formalmente el las meras “reglas fundadora” de la nación, tenía (y tiene todavía) que ser subsanada. El referendum “de Renzi” hubiera tenido que ser el primer paso de esta subsanación, a su vez enmarcada en un dibujo más amplio.

 

Conclusiones

El “dibujo” por el cual Renzi había sido “ungido” por los patrones italianos consistía de dos viejas necesidades del capital financiero italiano. Hay que resolver: 1) Las “trabas” y el costo del trabajo, es decir quitar derechos laborales a los asalariados y, también en consecuencia, privilegiar, podríamos sintetizar,  la “plusvalía absoluta” en contra de la “relativa”; 2) imponer reglas para garantizar la “estabilidad política”, es decir empezar a modificar estructuralmente la Constitución y aparejarla con una coherente nueva ley electoral.

Con el “Jobs Act” (¡una ley italiana definida en lengua del yanqui!) Renzi ha logrado reformar el derecho laboral (los Boucher representan un síntoma de esta actuación), haciendo regresar, de hecho, a los trabajadores a las condiciones de un capitalismo del final del siglo XIX. Entonces, por la primera necesidad, el ex-primer ministro le puede decir a sus amos: “¡misión cumplida!”.

Por lo que se refiere a la segunda y también importante necesidad, Renzi no le puede decir lo mismo. Esta importante derrota de una maniobra capitalista, se enmarca en el límite de genética política que deja estéril el aparente poderoso “NO”, como ha sido dicho en el párrafo relativo al resultado del referendum. La clase, entonces, se encuentra en la misma situación (no peor) de antes del 4 de diciembre. Claramente el capital italiano va a seguir actuando por lograr el objetivo “2” y, tarde o temprano, la forma se pegará a la realidad que se materializa en la actual correlación de fuerza entre “capital” y “trabajo”. Es importante entender que todas estas “necesidades” y “contra-necesidades”de uno o de otro bando patronal pasan seguramente por arriba de las necesidades de clase: que no son los comicios, no son los referendos. Lo fundamental es dar un primer paso hacia la recuperación del hecho: – que cualquier trabajador produce más de cuanto recibe por su salario: lo que produce riqueza es el trabajo, no es el capital; – que la propiedad privada del capital es solo una chatarra mortal, que ya hizo lo suyo y que hay que retomar, bajo las condiciones actuales, el papel de sus “sepultureros”. Todo esto, desde el frente teórico, es, para simplificar, el comienzo, ahora.

 

 

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